miércoles, 23 de abril de 2014

“EL HOMBRE EN EL CRUCE DE CAMINOS”

Técnica: Fresco sobre bastidor metálico transportable; Dimensiones: 4.80 x 11.45 m
La pintura siempre ha sido el camino hacia la insurrección de aquellas conciencias sin voz, que se expresan por medio de los trazos y paletas de colores. Esta naturaleza afásica, exige al artista que su obra sea capaz de exteriorizar todos sus sentimientos y que plasme su mensaje. Ya que este lenguaje – parece- romper con las barreras de la palabra escrita, se presentó como el más idóneo para cultivar al pueblo, en un México revolucionario y devastado por la dictadura.

Para 1920 – ya derrocado el dictador Porfirio Díaz (1876-1910)- el timonel del país estaba a manos de Álvaro Obregón, quien en una grandiosa maniobra nombra – en 1921- a José Vasconcelos como secretario de Educación Pública de México, tarea intrincada para el momento, ya que el 90% de la población era analfabeta. Pero el secretario encontró en Gerardo Murillo, el camino para erradicar la “ignorancia”.

Murillo – quien será recordado como el padre del muralismo- años atrás había fundado “El Centro Artístico en la Ciudad de México”, que ahora con el patrocino gubernamental tenía como premisa la creación de un arte nacional que estuviese a alcance de todos, concibiendo así el mural. Para implantar la iniciativa se invitaron jóvenes artistas, dentro de los que se destacaba Diego Rivera.

Para esta ocasión presentaremos una de sus más aclamadas y polémicas obras: El hombre en el cruce de caminos (o también conocida como El hombre controlador del universo). La historia comienza cuando Nelson Rockefeller encarga un mural decorativo para la recepción de edifico Rockefeller ubicado en Nueva York – construcción que representaba un emporio económico y simbolizaba el capitalismo-. Por los requerimientos del pedido artistas como Pablo Picasso, Henri Matisse y el mismo Rivera se negaron a ejecutar, pero tras negociaciones este último acepta el proyecto en 1934.

El mural –y según el mito- fue una representación que se vino a Diego en un sueño, en donde vivía en un Estados Unidos comunista. Tras arduas jornadas de dibujo y pintura, el mural tomaba vida, pero fue la imagen equidistante de Lenin la que levanto la controversia y disgusto de los propietarios del edificio, ya que el personaje era el símbolo de la revolución Bolchevique. Los Rockefeller le exigieron al muralista eliminar la representación, pedido al que se negó, por lo que el mural fue cubierto. Rivera no solo tuvo que soportar la destrucción de su trabajo, sino un veto que le impidió pintar en territorio norteamericano por varios años. Tal prohibición indigno a la comunidad artística neoyorquina, que vio en el hecho la materialización de la censura a la expresión.

A decir verdad, el mural contenía muchos más rasgos apológicos al comunismo que la imagen de Lenin. La obra se divide en dos, el lado izquierdo que representa el capitalismo y que contiene imágenes como la de Charles Darwin- y su teoría de la evolución- que aluden al afán de avanzar tecnológicamente. En la parte inferior izquierda se evidencia la diferencia de clases, donde la Burguesa disfruta de placeres y domina a los trabajadores –desempleados-, esta idea se relaciona con la depresión que para la época vivía Estados Unidos. Se distingue, además, una escultura grecolatina, que representa la religión. A este lado también se incorpora el carácter beligerante del capitalismo, que se ilustra con los soldado dotados con carteas anti gas -alegóricas de la gran guerra-.


En el lado derecho, se plasman elementos alusivos al comunismo, especialmente a la URSS. En la parte superior derecha es posible visualizar la revolución bolchevique que lleva al triunfo del comunismo y agrupa a todos los sectores de la sociedad. Las figuras de Marx, Engels, Trotsky y Bertram D. Wolfe citan la filosofía insurrecta y llaman a la cohesión del proletariado mundial. La escultura decapitada, es el icono de la caída del fascismo. Y Lenin, quien junta sus manos con un soldado afroamericano, y más personas de diferentes etnias y clases social representada la unidad revolucionaria. En el centro está el hombre, que icónicamente es un obrero, que en sus manos tiene el poder de cambia la historia. Las aletas que lo rodena ostentan -para casa lado (derecho e izquierdo)- el micro y macro cosmos, que en el lado siniestro muestran células dañadas, connotando la enfermedad que vive el capitalismo y un macrocosmos limitado, pero el lado diestro ilustra células sanas y un espacio infinito.

Un año más tarde del incidente, el artista volvió a pintar el mismo mural en el Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México, donde hasta el día de hoy sobrevive. En este lugar quiso representar la opción comunista como la única esperanza para el pueblo mexicano.

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